Borgman

Un sacerdote y su compañero cazan en silencio por los campos, acompañados por un perro que rebuzna. Están armados y son letales. Su presa es Camiel Borgman (Jan Bijvoet), que vive en una guarida subterránea en un lugar militarmente escaso, cerca de sus compañeros Ludwig y Pascal. Camiel se las arregla para salir adelante con cierta dificultad, haciendo autostop con un camionero condenado en un viaje implacable hacia el corazón de los suburbios. Se cruza con dos mujeres extrañas, Brenda e Ilonka, con las que parece compartir una historia. Cuando un sucio Camiel llega a la puerta de la amplia y elegante casa de la artista Marina y el ejecutivo de medios Richard, las percepciones cambiantes del guión de Van Warmerdam comienzan a desplazar y desorientar al público. Los elementos alucinógenos salpican la conciencia mientras Camiel cambia entre los roles de víctima y agresor. Pide un baño. Juega con los celos de Richard. Su anfitrión cruelmente intolerante lo golpea brutalmente y lo deja herido en el suelo. Marina intenta aliviar su culpa permitiéndole pasar la noche en su casa. Trata sus heridas, le prepara algo de comer, empieza a engañar a su marido y Camiel Borgman empieza a instalarse insistentemente en la casa mientras sus oscuros avances van y vienen, tiran y aflojan. Marina está obsesionada consigo misma, Richard es un racista ocasional; contratan a una niñera, Magot, para que cuide a sus tres hijos pequeños, la más pequeña de los cuales, Isolde, ve a Camiel desde el principio y responde a su presencia. "Hay algo que nos rodea", dice Marina, temerosa, pero ya no tiene el control. Unos perros grandes deambulan tranquilamente por la casa. Hay destellos de algo siniestro en el jardín mientras Camiel espera y observa. Pronto está habitando los sueños de Marina. "¿No podrías volver en otra función?", le pregunta ella. "Podría", dice él, "... pero tendrá consecuencias".