Saint Maud

Allí, pero por la gracia de Dios, va Maud, una joven enfermera solitaria cuyo comportamiento impresionable la lleva a seguir un camino piadoso de devoción cristiana después de un trauma oscuro. Ahora encargada de los cuidados paliativos de Amanda, una bailarina jubilada devastada por el cáncer, la fe ferviente de Maud inspira rápidamente una convicción obsesiva de que debe salvar el alma de su pupila de la condenación eterna, sea cual sea el costo. En su debut en el cine, la guionista y directora Rose Glass atrae astutamente al público hacia esta psique perturbada, preparando de manera constante su verdadero diario de una enfermera rural para una trayectoria desconcertante y, en última instancia, impactante. Morfydd Clark (también en el Festival con The Personal History of David Copperfield) retrata a la santurrona Maud con un estoicismo intenso que oculta una vulnerabilidad inquietante, mientras Maud compite desesperadamente por la absolución y la solidaridad de su amargada paciente (una fascinante Jennifer Ehle, también en el Festival con Beneath the Blue Suburban Skies). Glass captura tiernamente esta relación con una mirada empática que primero asume una atmósfera etérea y onírica, pero no pasa mucho tiempo antes de que la franqueza dogmática de Maud incite una fricción irreconciliable que lleva su mente a una confluencia sofocante de dudas y paranoia. A medida que Glass aprieta las tuercas sobre su descarriada mártir, se hacen guiños oportunos a precursores del terror religioso como El exorcista de William Friedkin, lo que contribuye aún más al malestar cada vez más lleno de terror de la película. Y cuando esta fiebre insidiosa estalla climáticamente, las consecuencias son devastadoras y aterradoras en igual medida.