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Najwa Nimri
Woman In Fan

Entrevista a Najwa Nimri

Lectura de 4 min.

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Por Gerard Casau

Hablamos con Najwa Nimri tras ser distinguida con el Gran Premio Honorífico de Sitges 2020.

Hay pocos actores que puedan presumir de debutar con una película que sea a la vez toda una declaración de intenciones de la carrera que acaban de iniciar. Es el caso de Najwa Nimri, que aterrizó en las pantallas tras dar un Salto al vacío de la mano de Daniel Calparsoro y, desde entonces, no ha cesado de arriesgar en los papeles que ha elegido. Puede que en su filmografía no abunden los títulos explícitamente fantásticos, pero su mera presencia introduce un elemento enigmático y desestabilizador en las imágenes. Ella es, en cierta manera, la que abre las películas a lo inesperado (aunque, seguramente, no esté del todo conforme con esta última frase).

Sitges ha querido reconocer la importancia que ha amasado tu trayectoria, así que me gustaría remontarme a tu debut en Salto al vacío. ¿Recuerdas cómo fue tu primer día ante la cámara?

Fue una movida: una de las primeras cosas que rodamos fue un plano secuencia con diecisiete posiciones, que tuve que memorizar junto al texto. Así que, ahora, cuando en televisión me piden mecanizar tres o cuatro frases, me parece sencillo.

Siempre había tenido la sensación de que pertenecías a un linaje de actores que aportan mucho de sí mismos a las proyectos en los que trabajan, pero desde hace un tiempo has querido dejar claro que estás lejos de tus personajes y que no te gusta que se utilicen adjetivos como "misteriosa" para presentarte. ¿Hasta qué punto un actor puede controlar el aura que proyectan sus películas?

Es que no se trata solo de las películas: también es lo que proyectas tú, y ahí también hay muchas cosas que se escapan. Es tu nombre, que es el que te puso tu padre. O tus facciones. Todo son factores que van sumando para que acabes teniendo una entidad como acto lo suficientemente potente para que la gente se acuerde de ti. Y eso está bien. Me siento blessed. Luego, detrás de cada interpretación, hay mucho curro, pero cuando llego a casa vivo de una manera poco excéntrica. Lo más raro que tengo es que no me gustan los domingos. Y ni eso, porque, sinceramente, ¿a quién le gustan?

"Cuando trabajas con autores, has de ir bien armada al rodaje”

¿Te ha llegado a afectar la percepción que el público tiene de ti?

La gente ve lo que quiere, y no es necesariamente lo que tú quieres proyectar. Cuando eres más pequeña, toda esa historieta que se forma alrededor tuyo, que si eres de esta o aquella manera, te puede romper la cabeza en mil pedazos, y más ahora, con las redes. En mi caso, gracias a dios, no tenía ese entorno, así que solo me la rompió hasta cierto punto. Pero ya hace muchísimo tiempo que dejé de sentirme responsable o de plantearme esta cuestión. La industria responde a lo que necesita el mercado, y te acaban encajando en esa clasificación; poco puedes hacer frente a eso. En estos momentos tengo claro que estoy cubriendo una vacante que se necesitaba llenar: la de una presencia que aporta una cierta verdad que en cualquier momento puede volverse terriblemente violenta.

¿El hecho de haber trabajado de forma habitual con una constelación de di- rectores excéntricos del cine español, como Julio Medem, Ramón Salazar, Daniel Calparsoro o más recientemente Carlos Vermut, ha marcado también tu imagen?

Claro, esas elecciones pesan. Pero yo no los considero excéntricos, sino cineastas. Todos ellos tienen una visión, y en el set se abstraen: te están viendo y no te ven a ti, sino lo que quieren que aportes al film. Y yo quiero jugar con esa gente, con los que se meten a full. Si no, ¿para qué hago esto? ¿Para hacer lo mismo que hago en casa? Déjate de rollos: yo voy al rodaje a meterme en matrix. Pero es complicado trabajar con autores. Es gente con cabezas muy heavies, que tienen las cosas claras y que si no consiguen lo que quieren te lo dicen de manera muy clara. Por eso has de ir bien armada al set. Para prepararme, lo que suelo hacer es trabajar con una coach, y ver cuál es el aspecto en el que me he de centrar: unas veces es la historia, otras se trata de analizar al cineasta... Cada vez es distinto.

¿Me puedes contar un caso en el que hayas tenido que radiografiar a tu director?

Me pasó con Carlos Vermut en Quién te cantará. Ahora es un muy buen amigo, pero fíjate si es retorcido el cabrón que diseñó una manera de quitarme la voz. En la película interpreto a una cantante que se ha quedado muda, y él lo que hizo es entregarle canciones mías a Eva Amaral. Así que el experimento empezó cuando vi cómo otra cantante se hacía con lo que yo había compuesto. Para no chalarme, tuve que analizar sus intenciones hasta darme cuenta de que él no quería que crease un personaje, sino que lo que debía interpretar era justamente esa sensación de vacío. Y no es fácil ser la nada todo el tiempo frente a la cámara.

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