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Premi Nosferatu a Eugenio Martín

Adiós al último héroe del Fantaterror

Lectura de 5 min.

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Tal y como reza el título, el pasado lunes 23 de enero nos dejaba el último realizador de la generación Fantaterror, o del también denominado -cariñosamente- “terror de pipas”: Eugenio Martín (Ceuta, 1925 – Madrid, 2023). 

El realizador ceutí, al igual que otros compañeros de profesión ya desaparecidos, Amando de Ossorio, Javier Aguirre, Carlos Aured, Jordi Grau o León Klimovsky, se adaptó y confeccionó, como buen alumno, un cine realizado desde la ilusión y el esfuerzo y donde la industria imperante marcaba los estilos a intervenir, en modo médico-paciente, en cada respectiva década. Y aquí Martín supo tocar todas las teclas: terror, spaghetti western, comedia, ciencia ficción, musical… ¡un maestro y artista de la coproducción! Régimen, por cierto, en boga en aquellos decenios.  

Eugenio propulsó una carrera con firma autoral, con tránsito por géneros y subgéneros y de resultados excelentes; de ahí que, gran parte de su filmografía, perdura, se disfruta y reivindica (aunque la reivindicación en nuestro país tardó en llegar, digamos costó un poco más). 

Mi relación con su obra, fue muy temprana; la personal llegaría más tarde. 

El primer contacto se lo debo a mi padre y, precisamente, a un libro de 1978 perteneciente a su biblioteca y que ojeaba con frecuencia debido a sus impactantes imágenes: El Cine Enciclopedia Salvat del 7º Arte, tomo1. En ese volumen, y a tamaño página completa, aparecía una foto de la actriz Silvia Tortosa acechada por esos soldados-poseídos y de ojos rojos, comandados por Telly Savalas, en Pánico en el Transiberiano (1972). ¡Qué fuerza tenía la ilustración! Aquella gigante instantánea para un crío de corta edad, como era mi caso, fue determinante, entre muchas otras, para alimentar mi fascinación por el cine de terror.

Aquel ejemplar estaba repleto de impactantes y míticas fotografías pertenecientes al cine fantástico y, concretamente, al Fantaterror (debo confesar que la más terrorífica pertenecía a la cinta de Javier Aguirre El jorobado de la morgue [1972] y el momento donde Maria Perschy horrorizada en los subterráneos se encuentra con un hombre desfigurado y un muerto atado a su espalda). A sumar, otra que también captó mi atención: la de un bebé que, parece ser, ataca a una mujer. Correspondía a Una vela para el Diablo (1973). Años más tarde descubriría que la secuencia era bien distinta… 

Tras estar hipnotizado mucho tiempo con aquellas estampas, y gracias a mi afición por explorar, siendo ya un zagal comenzaría a rastrear esos films que marcarían mi devenir como entusiasta del terror made in Spain.

La edición del año 1996 del SITGES – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya sería determinante para ver en acción a Eugenio Martín, al lado de otros ilustres y autores del fantastique nacional formando un extraordinario póquer de ases: Javier Aguirre, Paul Naschy, Jordi Grau y el citado Eugenio. Presentaban el libro -maldito- The Spanish Fantasy Pictures Show y una asombrosa retrospectiva que me permitió ver en pantalla grande algunos de aquellos largometrajes que, hasta el momento, únicamente había podido disfrutar en la pequeña pantalla del hogar gracias al vídeo o la emisión por televisión. 

Por desgracia, no tuvieron el foco mediático, ¡bien se lo merecía el evento y el ciclo!, que sí tuvo un realizador estadounidense que, en aquella edición, y por avatares de la vida, también estaba en el festival: Quentin Tarantino. Fan declarado del western dirigido por Martín El precio de un hombre (1966). Así lo manifestaba años después en una entrevista. Seguramente no sabía que su realizador también estaba por allí… coincidencias del destino. Por cierto, si no han visto la película, atención a la edición en BluRay, restaurada en 2K por Artus Films en 2019, bajo el título Les Tueurs de l’Ouest. ¡Asombrosa! 

Años después, y con el fanzine El Buque Maldito en marcha, me atrevía a llamar a Eugenio Martín a su domicilio de Madrid. Una llamada que finalizó en una invitación a su hogar para conversar y, de paso, invitar al artesano a Barcelona para la proyección de Pánico en el Transiberiano en el Espai Jove Garcilaso. Después de varias llamadas para ultimar detalles, a sumar la colaboración y habilidad de su mujer y actriz Lone Fleming, el viernes 19 de septiembre de 2008 llegaban a Barcelona para pasar el fin de semana. Día que empleamos para recorrer la ciudad a lo bestia, os lo puedo asegurar. Recuerdo que al llegar al puerto tras una larga caminata Eugenio nos pidió a Lone y a mí volver al hotel en taxi. 

Al día siguiente, el pase fue todo un éxito de público y Eugenio pudo disfrutar del momento, tanto, que después de presentar su cult movie se quedó a ver el film rodeado de fans, cuando su intención era salir a tomar algo durante el metraje. Sin duda, se encontró envuelto de seguidores de su cine, de un público que le renovó aquella tarde y le inyectó pasión y amistad. Y lo más bonito de aquella velada: el encuentro 36 años después con el actor Víctor Israel. No se habían vuelto a ver desde el rodaje de la película en 1972. ¡Increíble! 

En la actualidad, podéis disfrutar de aquel coloquio en la excelente edición en BluRay de Horror Express editada en España por Ediciones 79. 

Dos años después, me inclinaba por Martín para otorgarle el Premi Nosferatu del SITGES 2010. ¡Se lo merecía! Al margen de proyectar la obra cumbre del Spanish Gothic Una vela para Diablo en el cine Prado, versión restaurada un año antes por el Festival Internacional de Cine Clásico de Granada – Retroback (al cual asistió para recibir un homenaje, a su vez la ciudad que lo vio nacer como cineasta), Eugenio y yo estuvimos charlando acerca de proyectar otros títulos de su filmografía afincados —o adyacentes— al género en la sección Brigadoon. En aquella conversación salieron a relucir La última señora Anderson (1971), Aquella casa en las afueras (1980), Hipnosis (1962) o Sobrenatural (1981). 

Resultado: Hipnosis le pareció bien, la presentó en la sala con devoción, y Sobrenatural me pidió que no la seleccionara, puesto que no guardaba un buen recuerdo.

Por cierto, disfrutó tanto en Sitges que, al año siguiente, me llamó para ver si lo podíamos volver a invitar y así pasar unos días con nosotros. Lógicamente, lo invitamos y volvió a disfrutar del certamen y la Blanca Subur. 

Pasaban los años y nuestra relación continuaba, nos íbamos viendo en Madrid cuando visitaba la capital, nos encontrábamos en algún certamen nacional o charlábamos por teléfono, ya que a veces me llamaba para ver cómo estaba y, de paso, preguntarme acerca de compañías extranjeras que contactaban con él para las ediciones de sus películas o bien para la confección de contenido extra.

E incluso, en 2018, junto a Ferran Herranz de La Aventura empezamos a trabajar con Eugenio para la restauración en 2K de Una vela para el Diablo y su posterior edición en formato físico. Diversos problemas de documentación, relacionados con los derechos del film en nuestro país, paralizaron el proyecto. Justamente, y por motivo de dichas tareas, visitaba por última vez a Martín en su casa en mayo de 2019. Fue nuestro último encuentro en persona.

Tímido, reservado y amigo de sus fans, siempre que se acercaban a pedir un autógrafo o foto mostraba cariño (aunque en alguna ocasión me llegó a confesar en tono distendido que no entendía el fervor que derrochaba su cine). La modestia, sin ninguna duda, le caracterizó. 

Hasta siempre Eugenio.

Diego López-Fernández 

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