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Alpha: Entrevista con Julia Ducournau
20 Nov 2025
Lectura de 5 min.
Por Belit Lago
Es la segunda vez que la directora de Crudo visita el Festival, aunque en Sitges se han proyectado sus tres largometrajes. Con Alpha, que pasó por la Sección Oficial de Cannes, deja atrás el tema de la paternidad central en Titane y se lanza a investigar la figura de la madre de forma visceral.
Después de ganar la Palma de Oro con Titane, todas las miradas estaban puestas en Alpha. ¿Has sentido esa presión?
La Palma de Oro no ha afectado en absoluto a mi forma de trabajar. Alpha es una película que tenía en mente desde mucho antes de ganar en Cannes; simplemente la había estado guardando porque quería hacerla más adelante. Al contrario que en Crudo y Titane, el tema principal es la relación con la figura materna, que es difícil de abordar, especialmente cuando hablas de emancipación.
¿Cuál es para ti la diferencia entre la madre y el padre?
Que a la madre no la puedes matar, porque si lo haces, también matas una parte de ti. La madre representa el vínculo simbiótico del que vienes, y ese nunca desaparece: permanece dentro de ti durante toda la vida. Entonces, ¿cómo te emancipas de eso? ¿Cómo encuentras una forma de reinventarte fuera de esa relación? Para mí esta pregunta era muy difícil de responder. De hecho, si miras la filmografía de muchos grandes cineastas verás que las películas sobre madres suelen llegar tarde, porque requieren desligarse de una parte muy propia, y eso es doloroso.
En Alpha hablas de una enfermedad que el público relaciona con la epidemia del sida. ¿Cuáles son tus recuerdos de ese momento histórico?
Aunque la gente hable de esa alegoría o metáfora, el tema principal de la película es la contaminación del miedo en sí misma. No es una historia sobre el sida per se, porque si hubiese querido hablar de eso habría hecho un filme diferente, más histórico. Aquí inventé una enfermedad con sus propios síntomas; sin embargo, mi relación con ese periodo puede verse en la forma en que la sociedad trata a los pacientes en el filme. Esto nace de mis recuerdos de aquella época, y del sentimiento de que, de repente, el mundo entero se volvió contra una población específica, haciéndoles sentir avergonzados por su estilo de vida, pensando que merecían estar enfermos. Cuando era niña, darme cuenta de que vivíamos en un mundo “sin madre”, donde toda esa gente estaba absolutamente sola y donde la sociedad podía deshacerse de ti por todo lo que representabas, fue un trauma enorme.
La directora catalana Carla Simón acaba de estrenar Romería. ¿Crees que es una coincidencia que tratéis un tema parecido?
Adoro la obra de Carla y la persona que es. Y no, no creo que sea una coincidencia, porque no hemos sido las únicas. El tema del sida ha resurgido en muchas formas de arte en los últimos años: se publicaron dos novelas francesas sobre ello, Christophe Honoré hizo una obra en París titulada Los ídolos sobre los autores que escribían sobre la enfermedad que finalmente se los llevó, la última película que ganó Un Certain Regard en Cannes, La misteriosa mirada del flamenco de Diego Céspedes, también trataba de lo mismo, y no me sorprende.
¿Crees que podemos rescatar algún mensaje positivo de todo esto?
Es muy interesante la forma en que una red de emociones y de una manera de pensar puede conectar a personas que nunca se han conocido, generando esta sinergia entre artistas. Esto habla del mundo en el que vivimos, y es en parte, también, por la pandemia de la COVID que hemos vivido, aunque también influyen los momentos oscuros por los que hemos pasado, que de algún modo nos llevan de vuelta al mismo lugar. Y ahora hablo por mí, y quizá también por Carla, porque somos de la misma generación, pero creo que fue la primera vez que sentimos que el mundo estaba llegando a un punto muerto, que el futuro estaba extremadamente comprometido en muchos sentidos. A raíz de la crisis del sida, la sexualidad se convirtió en un peligro; dejó de estar ligada al amor y pasó a relacionarse directamente con la muerte, el rechazo y el miedo. Se dispararon la homofobia, la xenofobia y la misoginia. Toda clase de miedo al otro en aquel momento se propagó como una enfermedad, y de eso es de lo que hablo en Alpha, más que de la enfermedad en sí misma.
Tahar Rahim está increíble como Amin. ¿Cómo trabajasteis la construcción del personaje?
Pasamos muchos meses hablando de nuestras vidas, porque obviamente, tratándose de un tema como este, teníamos mucho que compartir el uno con el otro. Creo que cuando le exiges tanto a un actor —la pérdida de peso, por supuesto, pero también la forma en que profundiza en su propia emoción, en su propia vida, para ponerse en la piel del personaje— tienes que ofrecer algo a cambio. Compartí con él mis heridas, mis sufrimientos, mi vida y la de mi familia. En cuanto a la dieta, que era extremadamente intensa, estuvo supervisada por médicos y nutricionistas, por supuesto. Paralelamente, también estuvo trabajando con una asociación de París que ayuda a los drogodependientes a conseguir material limpio y que gestiona salas de consumo.
¿Cómo fue el diseño de las mutaciones corporales en la película? ¿Tuviste alguna limitación?
Teniendo en cuenta la reputación que tenían mis otros largometrajes, me daba mucho miedo que la gente fuese a ver Alpha con la idea de que sería una fiesta gore. No hablaré de body horror porque no me gustan las etiquetas, pero no quería que el público entrara en la sala con ideas preconcebidas. Seguir la vía de las películas anteriores habría sido, moral, política y artísticamente, ir en la dirección opuesta a la que yo quería dirigirme. A través de la forma en que utilizo las herramientas del género en Alpha intento conseguir empatía con los pacientes, una comprensión inmediata. Como directora, en ningún momento quise escenificar el pánico. La primera vez que descubres a los pacientes es a través de un gesto de cuidado: vemos a la madre llevándoles comida y disculpándose porque el hospital les ha fallado. El plano no se detiene, no los analizo porque pertenecen a este mundo como cualquier otro individuo que necesita atención, y no quería asustar con su imagen, todo lo contrario.
¿Tienes algo que decir sobre los críticos?
La verdad es que no me quita el sueño. Es algo que no me importa, ni siquiera lo pienso. Estoy muy orgullosa de mi trabajo; he dado el 200% en esta película. Creo que cada vez que tú y tu equipo dais lo mejor de vosotros mismos, nada puede afectarte, porque sé que puedo mirarme al espejo y sentir que he hecho no solo la película que quería hacer, sino una película mejor que la que pretendía gracias al trabajo de todos ellos.
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