Pasar al contenido principal
David Casademunt

Entrevista a David Casademunt

Lectura de 5 min.

Comparte

Por Maria Adell

El barcelonés David Casademunt es un ejemplo claro de que quien la sigue, la consigue. El páramo, su primer largometraje de ficción, llega al Festival de Sitges de la mano de Netflix tras años de lucha por levantar un proyecto que, en su origen, se iba a llamar La bestia y que fue mentorizada por el proyecto Producers Meet Producers de Productors Audiovisuals de Catalunya. Hablamos con el director sobre su película, que combina terror psicológico, drama familiar e incluso western.

¿Nos puedes hablar del origen del proyecto?

Tras graduarme en ESCAC en 2007, estuve intentando levantar proyectos que no habían llegado a buen puerto. En el verano de 2014, recuerdo que estaba haciendo zapping y me encontré en televisión con Braveheart, que es mi película favorita. En ese momento, me convencí de que mi ópera prima tenía que ser honesta con el cine que me gustaba de verdad, con el que había crecido: ese cine norteamericano de narración clásica que veía cuando era niño. 

Sabía que iba a ser difícil porque esto implicaba llevar a cabo un proyecto ambicioso, con un cierto nivel de presupuesto, que sería complicado de levantar porque yo era un cineasta novel, no tenía un largometraje previo que me validara. Lo que hice, entonces, fue escribir, rápidamente, la escaleta de un drama sobre un niño que se quedaba solo en una cabaña, en mitad de un páramo. Poco después, al entrar en el proyecto los guionistas, Martí Lucas y Fran Menchón, que son además muy buenos amigos, esta historia narrada en forma de drama se transformó en un relato de terror. En el fondo, El páramo habla de una experiencia personal, y muy difícil, que viví cuando era adolescente: en esa época, perdí a mi padre y recuerdo su enfermedad, y su ausencia, como una auténtica pesadilla, una película de terror. Nos pareció, en cierto modo, bonito explicar una historia que, justamente, explicara desde los códigos del género los sentimientos que había vivido durante todo ese proceso, los miedos que había experimentado. Ése es el germen de todo. 

La película está producida por Netflix, ¿cómo conseguís que la apoyen?

En cuanto empezamos a desarrollar el guion, nuestra estrategia fue enviarlo a diferentes talleres de desarrollo, tanto nacionales como internacionales. La participación en estos talleres dota a los proyectos de una suerte de distintivo, algo que les destaca por encima del resto; esto es muy importante porque los productores reciben centenares de guiones y el hecho de estar avalados por estos programas permite que tu película destaque sobre las demás. 

Estuvimos en La Incubadora de la ECAM y en el Filmmaker Lab del TIFF, en Toronto. Todo esto no solo permitió que nuestro proyecto ganara estos distintivos, sino que también nos permitió ilusionarnos, creer que realmente teníamos algo interesante entre manos. En julio de 2019, finalmente, le presentamos el proyecto a la productora Rodar y Rodar. Les presentamos una versión bastante compleja y avanzada del proyecto, con un desarrollo de materiales muy elaborado. A mí me gusta mucho dibujar y mi pareja es ilustradora así que diseñamos un montón de concept arts que presentamos junto al guión, porque pensamos que era importante transmitir cómo se vería la película terminada, cuál sería el aspecto visual que tendría. Cuando vieron todo lo que habíamos presentado, Rodar y Rodar enseguida apostó por la película y, solo tres meses después, presentaron el proyecto a Netflix. Fue todo muy rápido porque Netflix no se lo pensó dos veces, enseguida nos dijeron que querían hacer un Netflix Original. Y aquí estamos, en la Sección Oficial del Festival de Sitges. Un sueño hecho realidad. 

La película, como tú dices, es un filme de terror bajo el que se intuye un conflicto dramático que tiene su centro en las relaciones familiares, sobre todo las del niño protagonista con respecto a su madre (Inma Cuesta), y a su silencioso y ausente padre (Roberto Álamo)

La película está narrada, íntegramente, desde el punto de vista del niño, y siempre supimos que queríamos ser radicales con esa idea. Esta decisión conlleva un precio, porque no puedes saltarte ese punto de vista para contar, por ejemplo, el drama de los adultos. Los espectadores solo van a ver y oír lo que ve y oye ese niño de 11 años, Diego. Es verdad que intuimos que entre los padres hay un problema, que están distanciados, pero es un conflicto que sólo está sugerido, ya que todo está filtrado a través de los ojos de ese niño que no sabe exactamente lo que está sucediendo. Esto implica que la película es, en cierto modo, ambigua, pero quisimos ser fieles a esta idea porque creo que una de las experiencias más inquietantes que todos hemos vivido de niños es el presentimiento de que algo no va bien entre nuestros padres, o que algo les sucede, y no ser capaces en absoluto de entenderlo, de darle una explicación. Esto es algo que me parece aterrador, y que quería que estuviera en la película: ese momento de la infancia en el que tus padres pasan de estar en un pedestal a ser seres humanos con sus problemas y sus defectos. 

El páramo está ambientada en España en el siglo XIX, pero tiene un tono universal, que provoca la sensación de que podría suceder en cualquier lugar.

Nos interesaba contextualizar la historia en un momento de conflicto, y por eso la localizamos en el siglo XIX español, un momento en el que hubo muchos progresos pero que aún arrastraba mucha oscuridad. Además, es una etapa histórica que no está tan alejada de nuestro presente, y me gustaba la idea de que la película pudiera generar lecturas y comparaciones entre entonces y ahora, que pudiera dar pie a hablar acerca de las heridas y monstruos que arrastramos desde ese pasado turbulento. Pero también es cierto que no quisimos tampoco fijar la historia a un lugar muy concreto; por ejemplo, no sabemos en qué zona de España se desarrolla la narración, el marco general de la película es bastante abstracto. Decidimos que, cuanta menos información concreta diéramos, mayor inquietud se generaría entre el público; hemos dado las pistas necesarias para entender que los padres vienen de un pasado conflictivo, oscuro, que es lo que les ha llevado a aislarse. En cualquier caso, y pese a que la película se puede leer en clave universal me interesaba que sucediera en España y acudir a ciertos elementos del folklore y la cultura del país, como los juegos infantiles a los que juegan la madre y el hijo. 

¿Tuvistéis siempre claro, desde el guión, que la bestia sería, más bien, una intuición, una amenaza sugerida?

Teníamos muy claro que es más aterrador lo que se insinúa que lo que se muestra de forma explícita, e intentamos llevar esa idea hasta las últimas consecuencias. Por otro lado, diseñar a la bestia, desarrollarla a nivel visual y sonoro, ha sido lo más complicado de toda la película y lo que nos ha provocado los mayores dolores de cabeza. 

Comparte

Contenido anterior

Prano Bailey-Bond

Contenido siguiente

Entrevista a Álex de la Iglesia