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Poster Cannes 2022

Crónica de Cannes por Ángel Sala

Lectura de 2 min.

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Doy por finalizado mi recorrido por Cannes, con películas de diferentes secciones, reuniones de mercado y muchas sensaciones, así como reflexiones esenciales para los festivales y el mapa audiovisual en general.

Se puede decir que la programación de Cannes ha sido precisa a la hora de definir y catalogar al cine en tiempos de diferentes crisis, sin caer en la excesiva tematización ni hipotecas excesivas. El certamen ha sido tremendamente libre a la hora de incluir obras como Eo de Skolimowski o Pacifiction de Albert Serra en medio de películas crepusculares de maestros como Cronenberg que en Crimes of the Future nos regala un catálogo de "grandes momentos" de su cine (incluidas Vinieron de dentro..., RabiaScanners y, por supuesto, Videodrome o eXistenZ) recuperando el título de una de sus obras de sus comienzos.

Y el director canadiense lo hace con cierta ironía que desemboca en una consciente autoparodia y donde lo que importa no es la superficie, sino la profundidad de fondo, el paisaje derruido, muerto, oscuro y sin vida, donde se mueven los personajes. Por su parte, Park Chan Wook convierte Decision to leave en un rompecabezas visual y sensorial donde el director coreano parece codificar la esencia de su cine para poderlo encerrar en una lámpara mágica, solo utilizable según cánones de un viejo arte como el cine. Como esa otra lámpara de Aladino demencial y revulsiva que se saca de la manga George Miller en 3000 Years of Longing, quiza la fantasía más extrema que recuerdo en un cine y que podría haber sido firmada por Terry Gilliam de El imaginario del Doctor Parnassus, el Tarsem de The Fall o las Wachowski de Cloud Atlas

El cine ha fluido en Cannes y el festival no ha fallado en ello, dejando clara la lectura del momento que está más allá de calidades y comercialidad. Un momento desbordado por los acontecimientos, marcado por la apatía del consumidor, donde los festivales comienzan a ser aparatos de opinión y disfrute aislados, con impacto de sus elementos ornamentales, de forma coyuntural, sin demasiado poder de permanencia. Y el fantástico fluye como una especie de género triunfal, aclamado desde las bases, reconocido algo a la fuerza por grandes festivales, quizá pagando un alto precio, trazando hipotecas, tematizando lo imposible y tejiendo narrativas aparentemente sublimes y a la postre mediatizadas desde fuentes ajenas a su esencia. De ahí quizá esa mirada irónica de Cronenberg, gafas incluidas en la alfombra roja, lanzando una amable sonrisa al sospechar que estaba allí porque el pasado años ganó una película como Titane que presuntamente le invocaba. El falso y mediatizado traspaso de talento.

 

Ángel Sala

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