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Metraje prohibido
19 Mar 2025
Lectura de 3 min.
Par celebrar el estreno de Las habitaciones rojas (AKA Les chambres rouges), una de las grandes sensaciones de la SOFC de Sitges2023, recuperamos el artículo publicado en el Diario del Festival de la 56ª edición, donde a partir de la propuesta de Pascal Plante, reflexionábamos sobre aquellas imágenes que sabemos que deberíamos ver.
Un repaso, a raíz de Les chambres rouges, a las representaciones de la industria snuff en el cine de las últimas décadas - por Andreu Marves
Desde su génesis en los setenta y su po pularización con la llegada de Internet, los vídeos snuff han sido una constante en el género policíaco y en el terror de las últimas décadas. La truculencia del fenómeno y su incierta facticidad (¿leyenda urbana o realidad?) hacen de él un anzuelo perfecto para pescar espectadores morbosos; de ahí que ciertos relatos extremos utilicen el snuff como marco para representar violencia explícita. Sin embargo, existen otras obras que se acercan al tema con ánimo crítico y evitando el sensacionalismo, interro gándose (e interrogándonos) sobre las condiciones de posibilidad de un crimen semejante: asesinos en serie hay muchos, pero lo que distingue el snuff es que existe una audiencia que, presumiblemente, disfruta con el visionado de tan abyecto espectáculo. Por ello, su inclusión en una ficción nos confronta con nuestro propio rol como receptores de todo tipo de afectos negativos a través del arte. La pregunta que se nos plantea, tan terrible como inevitable, nos atañe especialmente a los aficionados al terror: ¿es posible que nuestro deseo de imágenes intolerables sea mayor que nuestra repulsión por las mismas?
Alejandro Amenábar ya se aproximó al snuff desde los códigos del thriller en Tesis, poniendo en el centro de la propuesta a Ana Torrent, cuya condición de “los ojos del cine español” la convertía en una suplente idónea para el espectador. Los sentimien tos ambivalentes de su personaje hacia el asesino en serie interpretado por Eduardo Noriega reproduce, pues, nuestra mezcla de fascinación y rechazo hacia esa fábrica de pesadillas que representa no ya el snuff, sino la prensa amarillista. Esta idea queda encapsulada a la perfección en el terrorífico travelling que cierra Tesis, en el que se nos revela a los pacientes de un hospital en vilo ante la inminente emisión televisiva de la grabación de un asesinato. Nick Drnaso profundiza en las causas de esta atracción en su irrepetible novela gráfica Sabrina, donde la disgregación del tejido social y la desconfian za en las autoridades son el caldo de cultivo para la difusión de teorías conspirativas sobre la grabación del asesinato de una joven.
En ambos casos, como en Les chambres rouges, presente en la SOFC de Sitges, las imágenes en sí son relegadas al fuera de campo de lo irrepresentable: nunca veremos los vídeos atribuidos a Ludovic Chevalier, presunto asesino de tres adolescentes, pero su ausencia será atronadora. La estrategia de ocultación del canadiense Pascal Plante, presente desde la elección misma de un género tan pulcro y verbal como el drama judicial, lo lleva a partir de un punto de vista a priori externo (el de Kelly-Anne, una joven de rostro indescifrable que asiste al juicio, confundién dose entre las seguidoras de Chevalier) para acercarse poco a poco, dibujando una espiral demoníaca, hacia un horror insondable; y es que, en un momento dado, Les chambres rouges consigue que un mero intercambio de miradas se convierta en una de las imágenes más terroríficas de la presente edición, una que plasma visualmente el aforismo “cuando miras al abismo, este te devuelve la mirada”.
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