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Paul Urkijo y Emilie Blichfeldt reescriben el folclore en clave femenina

Lectura de 7 min.

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¡Impresionante batería de títulos en la jornada de hoy! Películas como Gaua, de nuestro camarada Paul Urkijo, y La hermanastra fea, de la debutante Emilie Blichfeldt, han abordado la cuestión de género reescribiendo la tradición en clave femenina y desplegando un brillante sentido del fantástico. También ha llegado la gran sensación de Sitges de este año, la original Good Boy de Ben Leonberg, un cuento de casas encantadas contado con mirada canina. Como colofón, el veterano actor mejicano Hugo Stiglitz ha recibido el Premio Nosferatu 2025.

 

Una casa encantada con mirada canina 

¿Por qué a veces los perros se quedan pasmados mirando fijamente hacia un lugar donde no hay nada o ladran sin motivo? En 2009, la maravillosa película Up de Pixar nos ofreció una respuesta posible en forma de gag. Cuando el perro se queda quieto apuntando en una dirección concreta es porque, probablemente, sospecha que allí se esconde una… ¡Ardilla! No obstante, existen otras respuestas más oscuras y tenebrosas que ésta. 

La película Good Boy, muy comentada estos días en la salida del Auditorio del Meliá, es la ópera prima del director Ben Leonberg, coescrita con el guionista Alex Cannon, que aprovecha la incógnita de la mirada perruna para narrar un terrorífico cuento de casas encantadas con la particularidad high-concept de que está contado desde la dulce mirada de Indy, un adorable cachorro de retriever que se acaba de mudar a una casa en el campo con su dueño Todd, interpretado por el actor Shane Jensen. Allí, descubre que la vivienda está plagada de misteriosas presencias y deberá luchar contra las fuerzas malignas que quieren llevarse a Todd. 

Como curiosidad, el perro protagonista es el animal de compañía del director. Leonberg lleva gestando el proyecto de convertirlo en estrella de cine desde hace años y por fin lo ha conseguido con una propuesta que está dando mucho que hablar tras su proyección como película a competición en la Sección Oficial Fantàstic. Sin duda, Good Boy es una de las grandes atracciones de esta 58ª edición.

 

Gran icono del cine mexicano 

Es fácil que el nombre de Hugo Stiglitz resuene en la memoria de muchos espectadores. Sus letras aparecen enormemente rotuladas en una escena de ironía posmoderna de la fabulosa Malditos Bastardos de Quentin Tarantino donde se presenta en formato cómic a un soldado exnazi renegado que el actor alemán Til Schweiger interpretó en 2009. Este detalle agranda todavía más la figura del actor que hay detrás de la referencia. 

El actor Hugo Stiglitz, icono del cine mexicano de los años 70, ha recibido en el Auditorio del Meliá el Premio Nosferatu a sus 85 años. Su filmografía suma más de 100 títulos, entre los cuales destacan verdaderas joyas de la serie B como ¡Tintorera!, La noche de los mil gatos, La isla encantada, El llanto de la tortuga o Supervivientes de los Andes. Stiglitz ha trabajado a lo largo de su fecunda trayectoria actoral con directores tan reivindicables en nuestro querido Festival como René Cardona, José Antonio de la Loma, Umberto Lenzi o Gonzalo Martínez Ortega. 

El público más fanático de los golpes y acrobacias en pantalla ha presenciado la entrega del Nosferatu al gran Stiglitz justo antes de que se proyectara la esperadísima The Furious, uno de los títulos de acción apabullante más importantes del año. Dirigida por el actor Kenji Tanigaki, experto en coreografiar artes marciales, esta coproducción entre China y Hong Kong filmada en Bangkok nos sumerge en un thriller de violencia y corrupción urbana. Sus escenas de enfrentamiento cara a cara han extasiado a los amantes del género, que han reconocido a talentos asiáticos de la talla de Joe Taslim y Miao Xie. 

Y como no podría ser de otra forma, el día que entregamos un Premio Nosferatu al veterano Hugo Stiglitz, protagonista de un clásico monstruoso como La invasión de los zombies atómicos, ha llegado a la pantalla un nuevo cuento apocalíptico que aporta cierta frescura a la infinita narrativa de muertos que salen de la tumba. Se trata de We Bury the Dead, obra del director australiano Zak Hilditch con Daisy Ridley como cabeza de cartel. Todo esto, en la misma jornada en que cientos de personas han participado en la Zombie Walk 2025 invadiendo el pueblo y contagiando las calles de la ciudad de un espíritu lúdico.

 

La noche de las brujas

Apasionado por las leyendas de la noche, sus espíritus y brujas, el director Paul Urkijo Alijo, amigo y criatura de esta casa, nos ha regalado el estreno mundial de su tercer largometraje como director y guionista. Gaua amplía el universo mitológico que este director nacido en Vitoria-Gasteiz ha ido tejiendo desde el 2010 con propuestas filmadas en euskera que absorben leyendas del folclore de su país natal como Errementari. El herrero y el diablo e Irati, ambas proyectadas en Sitges. La primera, loable debut de Urkijo, reescribía su cuento favorito de infancia desatando un imaginario de fábula en clave política a través de un hermoso eusquera alavés del siglo XIX. La segunda, ganadora del Premio del Público y Mejores efectos especiales en Sitges 2022, bien podría definirse como la Excalibur vasca. Su poderoso relato de aventura medieval a medio camino entre la magia y el romance se desplegaba como una hermosa oda a la memoria de la naturaleza que protagonizó un épico Eneko Sagardoy.

Hoy, Urkijo ha vuelto al reinado de Sitges como un guerrero a caballo después de la batalla. Gaua es su nuevo largo en el Festival y el resultado es impresionante. Volvemos al folclore, pero esta vez la cámara se dirige hacia las brujas, leyendas y espíritus de la noche para “darle la vuelta al sentido original del aquelarre” –en sintonía con la herencia literaria del siglo XX– como “gran mentira de la Inquisición española para reprimir territorios en el siglo XVIII”, según ha detallado en rueda de prensa.

La película nos traslada a una época de cacería de brujas. Kattalin, la joven que interpreta Yune Nogueiras, huye de su marido en mitad de la noche abandonando el caserío donde vive. Perdida en la negrura del bosque, siente una presencia que la persigue y acaba encontrándose con tres mujeres, interpretadas por Elena Irureta, Ane Gabaraín e Iñake Irastorza, que están lavando la ropa junto al río mientras comparten cuentos y habladurías menos inofensivas de lo que parecen. A partir de esta premisa, Urkijo ha construido otra maravilla de folk horror hablada en eusquera.

El cineasta ha recordado su predilección por la mitología pagana frente a la cristiana, la importancia de filmar en “localizaciones naturales de Euskadi”, aprovechando “las sombras reales y orgánicas de los árboles” en escenas de atmósfera feérica. También ha aclarado que el guion de Gaua aprovecha distintas leyendas para concebir un relato no lineal dividido en capítulos. Kattalin emprende un viaje minado por “la represión de la masculinidad más cavernaria” donde no faltan Inguma, el dios de los sueños que “se cuela en la casa del durmiente y lo ataca como el íncubo de La pesadilla de Fussli”, o Mari, “diosa de la fertilidad, madre y señora de la naturaleza”.

 

Los terrores del cuerpo 

Las fábulas son una oportunidad para transformar la narrativa femenina. Consciente de ello, la directora noruega Emilie Blichfeldt ha concebido una brillante ópera prima que replantea el cuento de hadas tradicional a través de una brutal sátira en consonancia con la vocación feminista de La sustancia de Coralie Fargeat, no exenta de los terrores del cuerpo. Nominada en la última edición de la Berlinale y triunfadora en la sección de medianoche del Festival de Sundance, La hermanastra fea es una siniestra revisión de La cenicienta que le da la vuelta al relato popular. De esta forma, se desplaza el foco de la famosa princesa, idealizada en el clásico onírico de Disney, a su hermanastra Elvira, obsesionada en convertirse en la joven más bonita y deseada del reino. La actriz noruega Lea Myren interpreta a la protagonista de esta salvaje historia de autodescubrimiento –ideada durante una siesta creativa– que, como ha compartido la directora, “propone un punto de vista distinto que nos permita redefinir el arquetipo original.” 

Blichfeldt ha pronunciado un sólido discurso en torno “a la tiranía de la belleza” y al hecho de que, durante siglos, “ha imperado una idea cultural de la mujer como objeto cosificado por los hombres” que todavía es muy fuerte en nuestra época, marcada por el patriarcado y “una industria que ha secuestrado nuestra propia mirada y capitaliza nuestras inseguridades”. La directora ha añadido que, “aunque Elvira sea un personaje del siglo XVII, podemos sentirnos representadas en ella, porque sigue hablando de la presión social que las mujeres sienten hoy en día.” 

No obstante, Blichfeldt, en su apuesta por un relato en defensa de la sororidad, también ha remarcado lo fundamental que es el sentido del humor para sobrevivir a las exigencias del patriarcado. “Es importante reírse de lo que nos preocupa. El humor nos permite tomar distancia sobre aquello que nos preocupa y hay algo de catarsis en esto”.

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