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Titánico Benedict Cumberbatch, Màquina del Temps 2025

Lectura de 8 min.

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Seguimos celebrando el cine fantástico en toda su naturaleza. Un siniestro cuervo ha entrado en el Auditorio del Meliá para hablarnos del duelo, mientras los recuerdos de un ex espía en un solitario hotel de la Costa Azul han invocado los fantasmas del mejor giallo europeo. Todo ello, en una jornada que ha aplaudido durante varios minutos la llegada del actor Benedict Cumberbatch, que ha sido condecorado con el Premio Máquina del Temps. Paralelamente, nos ha visitado una de las grandes voces del nuevo cine español. Estamos hablando de Ion de Sosa, que ha presentado Balearic, un thriller de exquisita puesta en escena.

 

Màquina del Temps para un coloso británico de la interpretación

Colosal Sherlock de la BBC, imperial Khan de Star Trek, brujo carismático de Marvel capaz de emerger de su propia tumba y voz tenebrosa del enorme Smaug en la trilogía del Hobbit de Peter Jackson, el actor británico Benedict Cumberbatch exuda pasión y carisma por cada uno de sus poros.

Nada más empezar la segunda semana del Festival de Sitges, la llegada de Cumberbatch ha atraído todas las miradas en la jornada de presentación de Esa cosa con alas, el encomiable debut del también británico Dylan Southern, que adapta una de las novelas más aclamadas de los últimos años, escrita por Max Porter.

En el encounter híbrido celebrado esta tarde con la presencia de actor y director ante un público mitad fan mitad periodista, el aclamado actor de The Imitation Game ha compartido su intenso proceso para conectar con el duelo y la redención en un drama psicológico de dimensión metafórica donde encarna a un padre de familia que ha perdido repentinamente a su esposa y trata de mantener el equilibrio en su casa, donde vive con dos hijos pequeños, interpretados por los hermanos Richard Boxall y Henry Boxall. El problema es que el dolor que siente el padre es tan fuerte, tan intenso, que un siniestro cuervo se acaba infiltrando en la casa donde viven.

Con esta metáfora sobre el tránsito del duelo, el director ha expresado la importancia de que el elemento monstruoso no estuviera generado por ordenador, sino que fuera tangible, construido por distintos talentos profesionales”. Esto, según ha añadido Cumberbatch, permitía “una mayor interacción en rodaje”. Aunque la apariencia gigantesca del cuervo “planteaba una gran dificultad” para conectar con la tristeza ante un ser querido, también abría la posibilidad de dialogar en escena de una forma más física que abstracta. Asimismo, Cumberbatch ha contado lo importante que es para él “formar parte de un proyecto desde el inicio, porque se pueden ver todos los procesos antes de su estreno”, ya sea “una obra de teatro, una producción de Hollywood o una ficción sonora”, además de su faceta como productor con vocación de impulsar nuevos talentos en la industria cinematográfica.”

Por su parte, Southern, un director al que conviene seguir la pista en el terreno del cine fantástico, ha compartido que, diez años atrás, leyó la novela de Porter en la que se inspira la película y quedó marcado por la forma en que “aborda el duelo de una forma tan directa y honesta, evitando el sentimentalismo” sin renunciar a la violencia e incluso a la fealdad para contar “una historia llena de caos y rabia al servicio de la verdad”. Southern, incluso, ha revelado que la lectura del libro “desbloqueó emociones profundas” sobre la pérdida de dos amigos que sufrió tiempo atrás.

A veces, la literatura y el cine poseen la fuerza para exorcizar recuerdos. Esa cosa con alas expresa esa pulsión. Su pase en Sitges, después de la entrega del Premio Màquina del Temps a un pletórico Cumberbatch, ha resultado reparador para más de un espectador, que ha encontrado en su trama y su poderoso despliegue visual una forma terapéutica de cine fantástico.

 

Una gran aventura en miniatura

Cuentan las voces más veteranas de la prensa que Jack Arnold, uno de los grandes directores de la serie B norteamericana, visitó el cine Retiro de Sitges a finales de los años 90. Hoy, el espíritu de Arnold, padre de clásicos como La mujer y el monstruo o Tarántula, ha estado muy presente durante la presentación de una película perfecta para invocar las posibilidades del cine fantástico en todo su esplendor. El hombre menguante, producción gala dirigida por Jan Kounen, no es exactamente un remake de la totémica El increíble hombre menguante que Arnold dirigió en 1957, sino una nueva adaptación de la novela homónima de Richard Matheson sobre la aventura existencial de un hombre enfrentado a la pesadilla de comprobar que su cuerpo empieza a disminuir inexorablemente.

El ganador del Oscar por The Artist, Jean Dujardin, que ha venido a Sitges en compañía del director, traslada al contexto de nuestro tiempo las ansiedades que el actor estadounidense Grant Williams encarnaba en la película original hace más de medio siglo en una época de Guerra Fría y paranoia nuclear. “Creo que todos arrastramos algún trauma a lo largo de nuestra vida”, ha confesado Dujardin ante los medios, “y queremos procesarlo.” De algún modo, el problema al que se enfrenta el padre de familia que encarna el actor francés en la película bien podría ser la metáfora de “algo tan universal como la soledad.”

Por su parte, Kounen, ha compartido el reto que supuso readaptar la novela de Matheson “como Guillermo del Toro con su nuevo Frankenstein” en un relato coescrito con Christophe Deslandes. En cuanto a los trucajes de puesta en escena, el director de Doberman ha explicado el proceso de filmar con cámara de captura de movimiento y la dificultad que ha implicado “grabar escenas en un mismo decorado a distintas escalas” en un “rodaje quirúrgico” que resultó ser “un verdadero tour de force” en una casa que se convierte en catedral desde el punto de vista de un empequeñecido Dujardin. Asimismo, el equipo de El hombre menguante ha destacado la banda sonora de Alexandre Desplat, que se despliega a medio camino entre la composición dramática y el cartoon en una propuesta sobre “las fuerzas de vivir y tomar conciencia”, distinguida por unos fabulosos efectos especiales, perfectos para disfrutar en pantalla grande.

 

Sitges sigue apostando por el nuevo cine español

Cineasta a contracorriente de marcada estética underground, Ion de Sosa es una de las voces más singulares del cine español contemporáneo, autor de propuestas tan genuinas en su despliegue formal y narrativo como la personalísima adaptación que hizo de Blade Runner en su radical debut, Sueñan los androides, o la sorprendente Mamántula. En este último trabajo, nominado al Goya en 2023, De Sosa reinterpretaba el thriller detectivesco con mirada queer en un delirante cuento de dúo policial en busca de alienígena depredador donde las pecas de una espalda parecían estrellas y los órganos de un cuerpo desparramado por el suelo celebraban la materia orgánica del monstruo que llevamos dentro.

De Sosa ha llegado a Sitges, acompañado de su alma gemela en la producción, Leire Apellániz, para presentar la sensacional Balearic, su tercer largometraje como director y guionista, un trabajo de puesta en escena exquisita, filmado en una relación de aspecto anamórfica de 2:40 que ha ofrecido al público del Auditorio del Meliá una experiencia visual amplia e inmersiva.

Nominada en Locarno, esta fábula siniestra de oscuridad mediterránea filmada con luz natural está dividida en dos partes. En una Mallorca fastuosa y alienada, un grupo de jóvenes se ve atrapado en la piscina de una enorme mansión de dueños ausentes, custodiada por tres violentos perros, mientras la clase más adinerada celebra una fiesta cercana en una burbuja de lujo y decadencia.

El cineasta ha confesado que empezó a escribir esta historia en el 2019, adentrándose en la crisis de los cuarenta, y que se ha acabado convirtiendo en “una buena ensalada de guionistas y referentes.” Nombres tan relevantes del nuevo cine español con marcada tendencia posmoderna como Julián Génisson, Lorena Iglesias, Chema García Ibarra y Burnin’ Percebes, han contribuido a desarrollar el libreto de Balearic, un cuento opresivo de terror veraniego que cuenta, entre su reparto, con Christina Rosenvinge, Luka Peros, el alienígena de Mamántula, Moisés Richart, y una serie de talentos emergentes como Elías Hwidar y Paula Gala, presentes hoy en rueda de prensa, que han expresado su enorme satisfacción trabajando con De Sosa, un cineasta capaz de “romper las reglas en un mundo donde las plataformas hacen un producto cada vez más generalizado.”

El director donostiarra ha confirmado que la clase alta que retrata “está caricaturizada” aunque la película acaba abordando problemas tan universales como la división de clases y el egoísmo de las élites. También ha citado como referentes clave el absurdo de Luis Buñuel en El ángel exterminador, “los expresivos rostros de la novela gráfica Agujero negro de Charles Burns” y esa idea tan presente en La zona de interés de Jonathan Glazer, donde “el mal está a la vuelta de la esquina.”

Todos estos elementos conforman la naturaleza de un cine fresco, valiente y formalmente hipnótico por el que Sitges apuesta con firmeza en su heterogéneo programa de películas en Sección Oficial a Competición.

 

Un campamento siniestro, un espía solitario y una venganza en el sur de Chile

Paralelamente, la estimulante jornada de hoy ha acogido la presentación de tres propuestas que plantean distintas formas de abordar el género. The Plague es una coproducción entre Australia, Emiratos Árabes, Estados Unidos y Rumanía, firmada por el director Charlie Polinger, sobre la oprimente situación de Ben, un un preadolescente de doce años, interpretado por el joven Everett Blunck, que trata de adaptarse a las dinámicas jerárquicas de un campamento de waterpolo masculino donde entra en conflicto interior con el acoso que sufre un compañero por el que siente una preocupación que no expresa. El actor australiano Joel Edgerton interpreta al único adulto en este relato de terror que destaca ante todo por la fuerza de sus interpretaciones infantiles.

Por otra parte, desde Bélgica ha llegado el aclamado tándem de Amer, uno de los viajes sensoriales más poderosos del cine fantástico contemporáneo, ganador del Premio Noves Visions en 2009. Sus directores, Hélène Cattet y Bruno Forzani, han vuelto a Sitges con Reflection in a Dead Diamond, su nueva película, proyectada esta vez en Sección Oficial a Competición. A medio camino entre el cine europeo de agentes secretos y el giallo más formalista, esta joya neopulp de marcado revisionismo cinéfilo cuenta con un reparto integrado por nombres tan suculentos como los de Fabio Testi y María de Medeiros junto a otros talentos como Yannick Renier o Koen De Bouw.

No menos importante es la propuesta chilena Todos los males. Dirigida por Nicolás Postiglione, que ha llegado a Sitges tras debutar con Inmersión, un thriller de espacios reducidos premiado en distintos festivales internacionales, su segundo largometraje nos traslada a la Valdivia, una región del sur de Chile, en los años cincuenta. Allí, Daniel, un niño que acaba de perder a su madre, empieza a vivir con los Riedel, la familia alemana de su padre, en un lugar aislado donde descubrirá oscuros secretos. Pistiglione aprovecha las posibilidades del relato para levantar un viaje de venganza que no dejará a nadie indiferente.

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