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El apocalipsis según Kiyoshi Kurosawa

Lectura de 4 min.

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Tras pasar por el Festival de Venecia y obviamente por Sitges, se estrena comercialmente lo último de Kiyoshi Kurosawa, Cloud. Con motivo de este tecnothriller, con fugas al cine de acción y la comedia negra, rastreamos las constantes en la filmografía de uno de los cineastas japoneses más destacados de su generación – por Andreu Marves

 

Si Kiyoshi Kurosawa es un autor no es solo por la calidad de sus films, entre los que se incluyen algunas de las mejores y más desasosegantes muestras de terror psicológico de los últimos treinta años, ni siquiera por haber logrado crear un sello propio, una forma tan reconocible como inimitable de enmarcar lo fantástico dentro de un contexto cotidiano, sino por la extremada consistencia temática y formal de su obra. El resultado presenta una visión del mundo idiosincrática, difícil de verbalizar o calificar, cuyas derivaciones y contradicciones son exploradas película a película, en una suerte de indagación psicoanalítica de la mente del cineasta nipón. El universo de Kurosawa es uno sometido a un apocalipsis silencioso, a una lenta desintegración del tejido social propiciada por el aislamiento y la pérdida de empatía de sus personajes. A pesar de lo enigmático de sus imágenes, su cine mantiene un diálogo claro con la historia de Japón, nación atravesada por el legado del imperialismo y la Segunda Guerra Mundial, convertida en campo de pruebas de una variedad de capitalismo neoliberal especialmente salvaje.

 

Demostrando su talento para trasplantar sus tópicos recurrentes entre terrenos genéricos diversos, en Tokyo Sonata se sirvió de las convenciones del drama doméstico para realizar su diagnóstico más explícito hasta la fecha: en plena crisis económica, un padre de familia pierde su trabajo de oficina y, ante la vergüenza de comunicarlo, comienza a trabajar de limpiador a espaldas de todo el mundo; una mentira que se espeja en las de su mujer y sus hijos, todos ellos prisioneros de las expectativas culturales, hasta desgarrar el hogar desde dentro. La visión del realizador sobre la familia no es nada halagüeña, pero nunca pierde de vista el contexto social en que esta se inscribe, y sirve a menudo para concretar en una unidad dramática las influencias abstractas del exterior.

 

Ya dentro del género, en este caso la intriga policíaca con trasfondo psicológico, la familia en Creepy es confrontada con un vecino siniestro, capaz de ejercer su influencia sobre los que les rodean para que cometan todo tipo de crímenes. El arquetipo del extraño magnético no solo le permite personificar una suerte de mal cotidiano, sino también criticar el carácter pasivo del pueblo japonés, señalando su complicidad en la violenta historia del país. El mayor tratado respecto a este asunto en la obra de Kurosawa es también el primero, nos referimos a Cure, película en la que un hipnotizador se sirve de las inseguridades, miedos y rencores de varios invididuos para que cometan crímenes que, supuestamente, jamás realizarían por voluntad propia. De nuevo, el perpetrador es una suerte de lienzo en blanco: su amnesia, que le hace desconocedor de su propia identidad e incluso le impide tener una motivación clara, también lo convierte en un conducto humano de las pulsiones que recorren la sociedad. Esta tendencia homicida crece entre la población, desatando hacia el final de la misma uno de los cataclismos característicos de la obra del director, en el que el mundo pasa a dividirse entre aquellos dispuestos a prevalecer y los que aceptarán voluntariamente su propia extinción.

 

Aunque si de cataclismos hablamos, debemos mencionar el más conseguido de su carrera: Pulse. En esta célebre cima del J-horror, Kurosawa se servía de la por entonces naciente comunidad digital para presentar cómo un mundo espectral de imágenes y rumores se cernía sobre el nuestro, corroyendo sus cimientos hasta hundirlo. El papel que juega la tecnología en nuestras vidas supone un interesante añadido a sus habituales reflexiones, en especial si consideramos la omnipresencia de esta en una cultura como la japonesa. Este año, Cloud promete revisitar este tema a partir de la figura de un revendedor online de objetos perdidos, cuya manera de ganarse la vida termina por ponerle en el punto de mira de muchas de sus víctimas.

 

2024 ha sido prolífico para Kurosawa: además de Cloud, ha firmado el auto-remake Serpent’s Path, perturbador thriller sobre secuestros, y el mediometraje Chime, lección magistral de terror con la que ha demostrado que no hay formato demasiado pequeño para él. En ella, un profesor de cocina frustrado con su vida laboral y familiar comienza a oír un campanilleo inexplicable después de que uno de sus estudiantes se quite la vida enfrente de él; la irrupción de este sonido pone boca abajo toda su vida. Chime funciona simultáneamente como destilación de lo mejor de su filmografía y como ejercicio de abstracción, en el que aparecen sus tropos más queridos sin cortapisas narrativas. El resultado es puro Kurosawa, una ventana privilegiada al mundo apocalíptico del maestro del terror psicológico.

 

[artículo extraído del Diario Oficial del Festival de los días 10 y 11 de octubre de 2024]

 

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